Hace poco más de ocho años sufrí un grave accidente del que pude quedarme tetrapléjico, pero del que me salvé de milagro... os cuento cómo ocurrió y es absolutamente verídico.
Un 15 de julio del 2000, un sábado para más señas, fui como un dia de tantos, con mi padre, a la playa de Getares. Curiosamente, ese día no me apetecía ir, pero el calor que empezaba a hacer cerca de las 11:15 de la mañana, me empujó más a la idea de darme un buen baño y refrescarme como todo el mundo, así que fui pero todavía con la lógica apatía (extraña sensación, parecía como si algo fuese a ocurrir y como mi subconsciente me incitaba a no seguir adelante, pero no me hice caso) hacia el ya concurrido lugar.
Había oleaje, no demasiado, pero el adecuado para darme un chapuzón y juguetear con las olas. Hasta ese día era capaz de saltarme las olas dando una voltereta completa. La marea no estaba baja, ni alta. El agua me llegaba a la cintura, más que suficiente. Durante el tiempo que estaba en el agua, nadaba, hacía "surfing" con mi propio cuerpo sobre las olas, volteaba las crestas y de alguna forma intentaba divertirme. Pero el destino me iba a jugar una mala pasada...
Todavía llevaba la morriña de no haberme ido de casa, que hasta parecía no disponer de la fuerza necesaria para impulsarme a acometer una de esas volteretas como siempre hacía. Ese niño interior que aún seguía dentro de mí quería hacerla en cuanto tuviera ocasión y el momento parecía acercarse.
Una ola de algo más de un metro de altura se aproximaba a mí, y cuando me disponía a dar el salto y giro hacia adelante, ocurrió algo imprevisto. Di con un nuevo fondo, como un escalón de arena hacia abajo, al apoyar uno de mis pies y el salto salió mal en ese instante, ya no era capaz de volver atrás...
La voltereta no salió pero algo pasó entonces. Me golpeé la cabeza contra el fondo de arena cuando ya estaba girando sobre mí mismo y noté enseguida un leve crujido en el cuello.
Como pude, salí entre mareos y con la vista perdida, del agua, hacia la orilla. Parecía como si todo me daba vueltas, mientras las distintas constelaciones del universo recorrían mis pupilas. Al llegar a la orilla, me tumbé boca arriba y perdí el conocimiento apenas un minuto. Cuando me desperté, fui con mi padre corriendo al puesto de la Cruz Roja primero para curarme del golpe en la cabeza y desde allí a urgencias en el cercano hospital Punta Europa para hacerme una radiografía. Lo increible es que cargué con la sombrilla y el sillón de playa hasta el coche, sin ni siquiera conocer el alcance de mi lesión.
Cuando vieron que era serio lo que tenía, me pusieron en una camilla con un collarín médico al interior de una ambulancia, en el que me llevarían a Cádiz al Hospital Puerta del Mar. En ese hospital estuve seis días hasta que pudieron operarme, completamente consciente, apenas sin poder moverme de una cama y además con un arco metálico CLAVADO AL HUESO de la cabeza previa anestesia, con un sistema de pesas, tal como muestra la imagen de la izquierda, de forma que el cuello estuviera lo más estirado posible, sin provocarme dolor. Lo que los traumatólogos llaman el Estribo de Gardner. Soporté estoicamente el llevar aquel estribo o arco atornillado a mi cabeza cual monstruo de Frankenstein las veinticuatro horas del día, desde mi ingreso en el hospital, y durante los siguientes seis días, hasta que llegó el momento de la operación, durante la cual me implantan una placa de titanio atornillada a las vértebras, desde la parte frontal del cuello (aún conservo la cicatriz de la intervención) y un trozo pequeño de hueso de una de mis caderas, porque al parecer una de las vértebras dañadas tenía una fractura. Duró casi dos horas.
Pasé posteriormente como dos o tres días de recuperación, ya estaba libre de aquel horrible arco y poco a poco empecé a moverme y a comer con normalidad, no sin algunos pequeños sustos derivados de la operación (cierta dificultad al tragar alimento sólido) y llegó el alta hospitalaria...
El diagnóstico que me dieron al recibir el informe era para haberme quedado helado: "Esguince cervical GRAVE C5-C6-C7. Fractura del macizo articular derecho de C6".
Ya en casa, tenía que llevar constantemente un collarín rígido que te tocaba hasta la barbilla, hasta para ducharme, durante tres meses. Las fotos anteriores así lo muestran tal cual. Diez días después me quitaban los puntos de la operación en una clínica de mi localidad. Transcurridos los tres meses, me trasladé de nuevo a Cádiz para una revisión y tras lo cual me dieron por fin el alta, con la condición de que fuera quitándome el collarín poco a poco durante quince días. Ya desde entonces llevo una vida normal, dentro de lo que cabe, salvo cuando cambia el tiempo que me da por crujirme las articulaciones, como es natural.
Total, un pequeño milagro que haya salido bien todo y que yo pertenezca a ese pequeñísimo porcentaje de personas (un 1%, según me dijo el cirujano traumatólogo) que se salva de la tetraplejia por este tipo de accidentes. Desde estas líneas quiero agradecer enormemente la labor del equipo humano y profesional que había detrás del doctor Julio Rodríguez de la Rúa, a él mismo y al personal del Hospital Puerta del Mar de Cádiz por hacerme agradable mi estancia y soportable la espera. Y por supuesto, a mis padres que han estado allí siempre conmigo, en especial a mi "viejo, querido amigo" que estarás siempre en mi memoria.
Y aquí estoy, como si nada hubiese pasado... Solo conocían esta parte de mi vida mis familiares directos y unos cuantos amigos. Ahora os lo cuento, como si lo hubiera vivido justamente ayer.
Puedo decir que no tengo cuarenta años en realidad, sino ocho.
Un 15 de julio del 2000, un sábado para más señas, fui como un dia de tantos, con mi padre, a la playa de Getares. Curiosamente, ese día no me apetecía ir, pero el calor que empezaba a hacer cerca de las 11:15 de la mañana, me empujó más a la idea de darme un buen baño y refrescarme como todo el mundo, así que fui pero todavía con la lógica apatía (extraña sensación, parecía como si algo fuese a ocurrir y como mi subconsciente me incitaba a no seguir adelante, pero no me hice caso) hacia el ya concurrido lugar.
Había oleaje, no demasiado, pero el adecuado para darme un chapuzón y juguetear con las olas. Hasta ese día era capaz de saltarme las olas dando una voltereta completa. La marea no estaba baja, ni alta. El agua me llegaba a la cintura, más que suficiente. Durante el tiempo que estaba en el agua, nadaba, hacía "surfing" con mi propio cuerpo sobre las olas, volteaba las crestas y de alguna forma intentaba divertirme. Pero el destino me iba a jugar una mala pasada...
Todavía llevaba la morriña de no haberme ido de casa, que hasta parecía no disponer de la fuerza necesaria para impulsarme a acometer una de esas volteretas como siempre hacía. Ese niño interior que aún seguía dentro de mí quería hacerla en cuanto tuviera ocasión y el momento parecía acercarse.
Una ola de algo más de un metro de altura se aproximaba a mí, y cuando me disponía a dar el salto y giro hacia adelante, ocurrió algo imprevisto. Di con un nuevo fondo, como un escalón de arena hacia abajo, al apoyar uno de mis pies y el salto salió mal en ese instante, ya no era capaz de volver atrás...
La voltereta no salió pero algo pasó entonces. Me golpeé la cabeza contra el fondo de arena cuando ya estaba girando sobre mí mismo y noté enseguida un leve crujido en el cuello.
Como pude, salí entre mareos y con la vista perdida, del agua, hacia la orilla. Parecía como si todo me daba vueltas, mientras las distintas constelaciones del universo recorrían mis pupilas. Al llegar a la orilla, me tumbé boca arriba y perdí el conocimiento apenas un minuto. Cuando me desperté, fui con mi padre corriendo al puesto de la Cruz Roja primero para curarme del golpe en la cabeza y desde allí a urgencias en el cercano hospital Punta Europa para hacerme una radiografía. Lo increible es que cargué con la sombrilla y el sillón de playa hasta el coche, sin ni siquiera conocer el alcance de mi lesión.
Cuando vieron que era serio lo que tenía, me pusieron en una camilla con un collarín médico al interior de una ambulancia, en el que me llevarían a Cádiz al Hospital Puerta del Mar. En ese hospital estuve seis días hasta que pudieron operarme, completamente consciente, apenas sin poder moverme de una cama y además con un arco metálico CLAVADO AL HUESO de la cabeza previa anestesia, con un sistema de pesas, tal como muestra la imagen de la izquierda, de forma que el cuello estuviera lo más estirado posible, sin provocarme dolor. Lo que los traumatólogos llaman el Estribo de Gardner. Soporté estoicamente el llevar aquel estribo o arco atornillado a mi cabeza cual monstruo de Frankenstein las veinticuatro horas del día, desde mi ingreso en el hospital, y durante los siguientes seis días, hasta que llegó el momento de la operación, durante la cual me implantan una placa de titanio atornillada a las vértebras, desde la parte frontal del cuello (aún conservo la cicatriz de la intervención) y un trozo pequeño de hueso de una de mis caderas, porque al parecer una de las vértebras dañadas tenía una fractura. Duró casi dos horas.
Pasé posteriormente como dos o tres días de recuperación, ya estaba libre de aquel horrible arco y poco a poco empecé a moverme y a comer con normalidad, no sin algunos pequeños sustos derivados de la operación (cierta dificultad al tragar alimento sólido) y llegó el alta hospitalaria...
El diagnóstico que me dieron al recibir el informe era para haberme quedado helado: "Esguince cervical GRAVE C5-C6-C7. Fractura del macizo articular derecho de C6".
Ya en casa, tenía que llevar constantemente un collarín rígido que te tocaba hasta la barbilla, hasta para ducharme, durante tres meses. Las fotos anteriores así lo muestran tal cual. Diez días después me quitaban los puntos de la operación en una clínica de mi localidad. Transcurridos los tres meses, me trasladé de nuevo a Cádiz para una revisión y tras lo cual me dieron por fin el alta, con la condición de que fuera quitándome el collarín poco a poco durante quince días. Ya desde entonces llevo una vida normal, dentro de lo que cabe, salvo cuando cambia el tiempo que me da por crujirme las articulaciones, como es natural.
Total, un pequeño milagro que haya salido bien todo y que yo pertenezca a ese pequeñísimo porcentaje de personas (un 1%, según me dijo el cirujano traumatólogo) que se salva de la tetraplejia por este tipo de accidentes. Desde estas líneas quiero agradecer enormemente la labor del equipo humano y profesional que había detrás del doctor Julio Rodríguez de la Rúa, a él mismo y al personal del Hospital Puerta del Mar de Cádiz por hacerme agradable mi estancia y soportable la espera. Y por supuesto, a mis padres que han estado allí siempre conmigo, en especial a mi "viejo, querido amigo" que estarás siempre en mi memoria.
Y aquí estoy, como si nada hubiese pasado... Solo conocían esta parte de mi vida mis familiares directos y unos cuantos amigos. Ahora os lo cuento, como si lo hubiera vivido justamente ayer.
Puedo decir que no tengo cuarenta años en realidad, sino ocho.
Pos que te puedo decir hombre?!, a vivir!!! :) Las personas que pasan por ciertas cosas como tú has pasado saben dar mas valor a todo al su rededor.Saludos
ResponderEliminarMe alegro de que salieras bien de todo esto, la verdad. Yo tengo problemas con mis cervicales y sé lo que se sufre...Un saludo.
ResponderEliminarImpresionante relato... se me heló la sangre.Que bien que hazas "zafado" de semejante accidente.
ResponderEliminarTú te merecías ese milagro, esa segunda oportunidad para vivir. No la desaproveches; ya sabes: "Carpe diem..."
ResponderEliminarAnimo, a algunos la vida nos dá segundas oportunidades, y hay que aprovecharlas. Las pérdidas duelen, pero hay que continuar siempre adelante. Un saludo de compiuter.
ResponderEliminarEstaba dando vueltas aburrido por un foro de ZX spectrum, y de rebote he acabado aquí. Como la música que escuchas no me suele gustar, no creo que me apunte al rss (no te lo tomes a mal).Solo quería decirte que conozco mucho a una persona que cercana a la jubilación que tuvo un accidente muy de joven como el que tu tuviste y todavía sigue dando mucha guerra. En esa época más que pesas lo que hacían era poner a la gente boca abajo y con un arnés en el cuello... pero salió adelante como tu, si acaso una ligera falta de fuerza en un lado de su cuerpo.Suerte, ánimo, y aunque no vuelva a saber de ti que sepas que te jubilarás dandonos la lata ;)
ResponderEliminarGracias a todos, en especial al anónimo que ha escrito en último lugar (no todo el mundo tiene mis gustos musicales, jeje). ;)
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