Todo comienza con la desvinculación del director bilbaino Álex de la Iglesia de los movimientos en pro de la polémica "Ley Sinde". Una de las pocas voces que han sonado completamente discordantes con el sentir del resto de la cinematografía española y a la cual se han unido otros nombres como el escritor Arturo Pérez-Reverte, posicionándose igualmente en contra de esta ley, simplemente por no estar de acuerdo con el fondo de la cuestión y lo que implicaría su aplicación.
Y a pesar de que no deja de ser una opinión personal, al margen de su decisión de dimitir como Presidente de la Academia de Cine, acto que le honra, le han llovido críticas desde todos los sitios, pero no le han faltado multitud de apoyos, sobre todo a través de su cuenta en Twitter. Ha pasado de ser un villano como los que estaban a favor de la susodicha normativa a ser una víctima por la incomprensión de sus compañeros de viaje, comenzando por la vicepresidenta Icíar Bollaín, acompañado de la puñalada trapera del productor de su última película "Balada triste de trompeta", Gerardo Herrero, en un acto de insolidaridad propio de una república bananera.
Como un acto más de esta incomprensible y rocambolesca historia, propio para un guión de cine, aparece de nuevo la figura del Ministerio de Cultura y su posible veto a la presencia de De la Iglesia en la ceremonia de entrega de los Premios Goya del presente año, por lo que pudiera pasar. Pero ya la han liado y bien parda. Las fichas han empezado a caer, pero esto sigue...
Ahora el marrón está por caer como por efecto dominó a todos los sectores de la cultura, salpicando sin remedio a todos los implicados en la impulsación de esta Ley (a todas luces prescindible y que no va a conseguir de ninguna de las maneras arreglar el problema de las descargas) que nos ha venido impuesta porque sí desde organismos culturales (la SGAE, como siempre, en medio) y multinacionales estadounidenses, a fin de seguir empecinados en su anacrónico modelo de negocio y pasar olímpicamente de las posibilidades de Internet. Y el marrón será muy difícil de eliminar, pues, como siempre ha ocurrido, hecha la ley, hecha la trampa.
Legislar para el pueblo y contra el pueblo es un lenguaje propio de tiranos. Y González-Sinde, por mucho que se empeñe en decir lo contrario, tiene todas las papeletas para escribir su último guión como ministra de Cultura. Esto le pasa por ir contra la opinión del populacho.
Pero lo que importa realmente es qué va a pasar ahora con los más de 4.600.000 parados españoles. ¿Es que nadie les va a hacer caso? Tanto hablar de esta dichosa y olvidable Ley, y lo que realmente es necesario arreglar es esta escalofriante cifra, en la que me hallo incluido.
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